martes, febrero 10, 2009

Microcuentos V / Relatos en cadena

Salvo quizás, por esa casi imperceptible gota de sangre seca junto a la chimenea, que me empeñé en defender toda la vida y el cofrecito de joyas que me regaló, no quedó realmente nada de él. Reconozco que quiero a Cecil, mi esposo, pero he fingido amor todos estos años. No sé explicarlo, entre nosotros hay ternura, pero sólo eso. Extraño esas visitas nocturnas a mi dormitorio, a veces culpo en mis adentros a mi marido, pero la verdad, es que mi virginidad, mi corazón y mi deseo, quedaron enterradas junto con los restos del fantasma de Don Simón.

Aroón Rivera