jueves, septiembre 23, 2010

A una milésima de segundo de morir

Estoy a una milésima de segundo de morir, eso es, se podría decir que ya estoy muerto, en realidad es nada, un parpadeo, un instante mínimo en el que nada puede hacerse.

Entonces, todo lo que creo que vivo ahora ya lo he vivido, todas mis decisiones ya las he tomado y todos mis sueños, soñado. Por lo tanto, todo se vuelve más sencillo, porque descubrí que ya estoy muerto, que en ese sentido nada puede cambiarse.

Se trata entonces del recuerdo, ese brevemente eterno instante antes de morir en el que uno recapitula toda su vida y deja de preocuparse por si las cosas se hicieron bien o mal, cada recuerdo, cada pedacito de memoria está ahí para disfrutarse, y creo entonces que si estoy a una milésima de segundo de morir, ¿para qué malgastarla lamentándome por alguno de mis recuerdos?... y del mismo modo creo que no vale la pena preguntarme en qué momento morí...

Aroón Rivera

miércoles, julio 28, 2010

Marisol

En algún momento de mi vida en el que cursaba de niño a puberto entré a trabajar en una farmacia. Ahí, detrás del estante desde donde veía pasar la vida, estaba ese sábado por la mañana, la primera vez que la vi. Era una niña que usaba mallitas de color naranja, blusitas y pulseras de colores estridentes, su cabello largo y dorado y su piel bellamente blanca con pequitas en las mejillas, y su sonrisa... su sonrisa.

Entró, como cada sábado por la mañana a partir de ese día, compró una jeringa y se fue. Ansiaba por ello, entre otras cosas, que llegara el sábado por la mañana, aunque todo se resumiera en verla venir, venderle una jeringa, ver su sonrisa y verla desaparecer nuevamente.

Un día le pregunté su nombre justo antes de que abandonara la farmacia, se detuvo, volteó con una sonrisa emocionada y lo dijo, preguntó el mío e igualmente emocionado respondí. Ella se fue aún volteando y sonriendo.

¿Qué podía saber un preadolescente de 14 años sobre administración? Yo tenía que despachar la farmacia, hacer recomendaciones de medicamentos, aunque eso en realidad no lo tenía que hacer, pero a la gente no le importa eso, la gente quiere ir a la farmacia y pedir algo que le alivie sus males, lo hacía entonces, hacía también los pedidos a los distribuidores y de entre todas esas cosas también me pagaba mi sueldo. El dueño de la farmacia a veces se desaparecía por semanas y yo, abría la farmacia, la limpiaba, atendía y todo hasta que caía la noche y cerraba. No se me juzgue entonces cuando diga que la farmacia fue, día con día, perdiendo su abastecimiento, de pronto ya no había tal antibiótico, de pronto ya no había condones, alcohol, aspirinas, y así hasta que tampoco hubo jeringas.

Marisol, volvió tras el primer sábado que no hubo jeringas, volvió tras el segundo sábado que no hubo jeringas, pero al tercero, al terecero ya no apareció... pese a que yo esperaba ansioso y contento de haber surtido nuevamente la farmacia.

lunes, enero 25, 2010

Cosas de la vida

De pronto vemos por todos lados una serie de cosas terribles, tragedias globales y particulares y uno se cuestiona, o no, dependiendo el caso de cada quien, qué papel jugamos en todo este mundo.

Por ejemplo hay dos cosas que ocupan mi cabeza en este momento, la primera es el caso de Haití, una tragedia generalizada en la cual, pese a que no he querido informarme más allá de lo que se escucha sin querer en la cotidianeidad, hay tanto qué hacer pero tan poco qué hacer... ya sé que es una contradicción, pero, si somos francos, son el tipo de cosas que vemos lejanas por más que querramos sentirnos empáticos o solidarios, están fuera de nuestro imaginario y fuera de nuestro mundo, sabemos que la gente está sufriendo muchísimo, pero ¿no es así con un montón de cosas más que pasan en el mundo? y que, de igual forma no están en nuestro horizonte y por ende, podemos quizá sentir un poco de dolor y otro poco de lástima, pero que realmente se queda fuera de nuestras manos el poder cambiar las cosas.

Probablemente es solo mi desidia y me justifico de esa manera, no lo sé, pero hay tantas cosas que quisiera hacer que sé que no voy a hacer, que hasta me siento un poco tonto tratando de entender las dimensiones de la situación, pero igual pasa con todo lo otro, todas las otras tragedias que hay en el mundo y no hace falta irse tan lejos para encontrarlas, están en todos lados y forman parte incluso de nuestra vida pero son tan cotidianas que ya ni hacemos caso de ellas, es más, tratamos de ignorarlas.

La segunda cosa que ocupa mi cabeza es un programa que vi recientemente en Natgeo que trata de un hombre al que llaman el verdadero hombre elefante... qué mal gusto para el título de un programa en el cuál muestran la tragedia de un hombre y de su familia, la tragedia particular... El hombre en cuestión sufre de una enfermedad que le ha llenado la cara y cabeza de tumores enormes, la cara a penas da muestars de facciones, pero es un hombre, un ser humano que vive desde su infancia con un problema siempre creciente. Fuera de saber si es cosa de dios o cosa de pagar karmas en esta reencarnada vida si es el caso de que se crea en ello, lo que es verdad es que este caso tan particular como el de Haití o el caso que quieran, que si se tratase de enunciar tragedias no terminamos... nos deberían de abrir los ojos y darnos cuenta de cuán realmente bendecidos, por decirlo de alguna manera, estamos en esta vida. Sí, quizá tenemos un dolorcito en la espalda, o quizá perdimos el trabajo, o quizá sufrimos de algo, pero al menos en mi caso, hoy me he dado cuenta de que el universo, o dios, o lo que sea que me ha puesto en este lugar y tiempo no pudo haberme favorecido más. Mi vida es maravillosa y la valoro y la quiero con todo y las cosas que me han hecho y me harán sufrir en algún momento, porque reconozco que nada me hace falta, soy feliz, inmensamente feliz de ser quien soy y de estar rodeado de quienes me rodean.

Puede ser que haya tragedias en la vida, es verdad, pero no podemos dejar de sentirnos agradecidos por ser parte de esta enargía del universo y por ser parte de la historia de la humanidad, aunque ésto último no tenga mucho de lo cuál poder sentirse orgulloso, pero sí... también deberíamos trabajar en ello.

Agradezco a la vida, agradezco a la familia, agradezco a los seres que amo y que me aman y agradezco el poder darme cuenta de que los problemas que a veces creemos que tenemos son en su gran mayoría, puras tonterías.