Ya no hay un rostro, una sonrisa o una palabra
que yo espere,
no hay una esperanza de algo,
nada importa el que caiga si me levanto,
el que sea pisado...
No hay un perdón, un juicio o un halago
que necesite.
No es importante el que despierte en ruinas;
No hay serpientes que repten en acecho,
No hay ángeles que protejan mis pasos...
Estoy solo como nunca, pero, ¡siempre lo he estado!
ya flagela el sol en su rutina y ¿qué importa?
si la luna siempre da la espalda;
ya el mar duerme a nuestros brazos
porque el cielo no nada,
porque el cielo y la mar son hermanos enemigos
y ¿qué importa?
He escuchado una palabra en toda la vida
y la amo aunque no me guste, es todo lo que tengo;
es todo lo que ya no importa,
y así amo lo que ya no importa,
porque no soy nada y no importa,
porque no me importan tus ojos,
los ojos de nadie, me amo y eso me importa
aunque nada importa...
Ya los brazos huyen, se fugan,
y no hay aves ya,
que aniden en el techo de mi iglesia,
no hay iglesia
y no importa.
Ya los labios son piedras, y en ellos,
el tiempo teje la miseria,
ya no hay miedo desconocido, y ya no hay miedo,
el polvo vuela hacia el pasado
en oscuros parajes milenarios,
ya no hay razón y no importa.
La brisa que cubría la orilla
es despojada del derecho al mar,
estamos desterrados del entendimiento,
y los dragones no exhalan fuego ya
sino recuerdos.
Somos pérfidos, y resultan cómicos los espejos,
¿quién asegura que existo aquí y no aquí?
Las miradas son ventanas y pizarrones,
son libros inmediatos, son cristales y espejos,
son arena...
La piel ya se secó en tus manos y tus recuerdos,
donde viva es igual sin tus poros
donde muera no importa,
no me importa...
Aroón Rivera
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